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A Sinfonía de Praga le gustaría haber aparecido sin autor conocido o reconocible que salga a acompañarla por los caminos y senderos que ha de transitar o que acuda a socorrerla de las múltiples asechanzas y peripecias que, sin duda, habrá de correr.

Novela dejada así interrogativamente al albur de los lectores como alma en pena, como perro sin dueño, sin un caballero andante que endereze tuertos, desfaga agravios, enmiende yerros, la defienda de las insidias o la ampare en las necesidades que, sin duda, habrá de sufrir.